Un poco de Lucrecia Martel, Martin Parr, María Moldes, Anne Tyler y la mujer que vendía el tiempo
Estar parada y que no te dé tiempo a nada
No había visto La ciénaga, de Lucrecia Martel, ¿habéis visto La ciénaga? Pues ved La ciénaga, haceos el favor. Aunque solo sea por estos dos gloriosos primeros minutos:
Está en Filmin. Yo os la busco, un segundito... Aquí. Hala, ya.
Ayer fue mi cumpleaños, se acordaron dos personas, bueno, una, — mi amigo Chris el holandés — y una entidad. Bancaria, para más inri (me moría de ganas de usar esta expresión). Al menos no tuvieron la indecencia de llamarme y con la excusa de felicitarme tratar de venderme un fondo de pensiones, me felicitó la aplicación. Está bien así, mi hermano me felicita todos los años religiosamente el 26 de julio y después a mí se me olvida felicitarle a él en agosto, lo hago en septiembre y nos da para reírnos un rato, las familias disfuncionales bienavenidas tienen su aquel. Pero a lo importante: he llegado a los 54. Jamás pensé que lo lograría, la verdad. Mi madre murió con 54 y estaba convencida de que yo lo haría antes, de hecho he puesto mucho empeño en el esfuerzo pero nada. Aquí estoy.
Desde que empecé, hace años ya, a publicar en redes microrrelatos a partir de fotos en blanco y negro, me enamoré del trabajo de Martin Parr. Y sí, su documental también está en Filmin, no os lo perdáis. Yo desde que lo vi sigo obsesionada con esta foto:
Es muy suyo lo de convertir algo increíblemente vulgar en extraordinario, vamos con una galería, pero si queréis disfrutar más, en serio, ved el documental.





Total, que andaba yo el otro día bacheando por “el Guardian”, cuando me encontré con un artículo sobre las bondades de Benidorm para los británicos en verano. El texto me pareció un horror, pero encontré una joyita, una fotógrafa que se llamaba María Moldes que me recuerda mucho a Parr, aunque he leído entrevistas que le han hecho en las nunca lo menciona entre sus referentes. Tiene maravillas como éstas sacadas de las playas de la ciudad de los rascacielos alicantina:





Últimamente ando liadísima paseando por los parques madrileños, grabando a caracoles, pavos reales, gansos, patos, y editando piezas de vídeo muy extrañas, cuando tenga alguna terminada la subiré aquí y a las redes, a ver qué os parece. Ah, y escribiendo. También estoy leyendo mucho, ahora mismo sigo con otro de Anne Tyler, “Reunión en el restaurante Nostalgia”, que me está gustando. La verdad es que no paro de hacer cosas y tengo la sensación de que no me da tiempo a nada, pero me gustaría terminar el libro que estoy escribiendo para septiembre, dejarlo reposar unos días y en octubre hacer los cambios que me pida y tenerlo listo. Ese es el plan, luego viene la realidad y todo se descuajeringa, o como le oí una vez de pequeña decir a Ronald Reagan, ese señor que cada vez que salía en la tele mi madre ponía cara de asco: “si quieres hacerle reír a dios, cuéntale tus planes”.
Total, ¿que cómo celebré mi cumpleaños? Pues me metí en el Museo del Prado a las 11 de la mañana, salí a las 5 de la tarde, a continuación entré en el Jardín Botánico y salí de allí a las 9 de la noche. Llegue a mi casa tan cansada que casi lloro, primero de cansancio y luego de “joder, qué pedazo de día de cumpleaños que me he regalado”. Creo que esto es por un tema de la menopausia y la batidora hormonal constante, pero me paso el día al borde de las lágrimas últimamente y nunca es por una razón triste. Normal que no me llame nadie por mi cumpleaños, por otro lado.
Al salir de casa me encontré con dos trabajadores de parques y jardines del ayuntamiento a los que conozco desde hace más de veinte años pero que he pasado mucho tiempo sin ver por culpa de distintas mudanzas. La cosa es que me hizo mucha ilusión y a ellos también, estuvimos charlando un rato, me contaron que les queda ya muy poco para jubilarse y ella, muy graciosa, interrumpía la conversación todo el rato como una niña pequeña nerviosa queriendo que le hagas caso, enumerándote los distintos tipos de chuches que tiene, pero en su caso eran achaques y enfermedades ya superadas, mientras se señalaba la parte del cuerpo atacada por la vida mientras el hombre y yo manteníamos una conversación más plana, como los dos tímidos que somos. Estuve muchos años enamorada platónicamente de él. Le observaba disimuladamente cada mañana por la Plaza de Oriente mientras yo paseaba al perro antes de ir a trabajar, alto y delgado, aspirando las hojas del parque con movimientos muy elegantes. A veces me regalaba macetas de flores de las que plantan en esa plaza, que no sé qué les echan pero me duraban en flor meses y meses.
Va una historia preciosa que escuché el otro día en una película, “Mi única familia” de Mike Leigh. Sí, joder, también en Filmin. Total, que hacia 1890, una mujer llamada Ruth Belville daba la hora a cambio de dinero a los habitantes de Londres. Vamos, que vendía la hora a domicilio. Cada mañana iba al Real Observatorio de Greenwich, ponía su reloj en hora con el de esa institución, después partía en su calesa y sincronizaba los relojes de sus clientes, suscritos al servicio, con el suyo.
¿Os habéis comprado mi libro? ¿y a qué esperáis? Pedidlo en vuestra librería preferida, no lo compréis en Amazon.
Bueno, escribidme, contadme qué estáis leyendo, qué plantas tenéis en casa, mandadme fotos de vuestro perro, de vuestro jefe, lo que sea, pero que yo me entere de que no estoy sola en el planeta, aunque a veces sea lo que prefiera pensar.
Hasta muy pronto,
Lady Distopía
Feroz cumpleaños!!
Yo ya solo deseo ferocidades, nos va a ir mucho mejor!🦁🦁
Pues aquí estoy, siempre leyéndote y flipando con lo mucho que me gusta lo que haces y lo que cuentas.
Muchas felicidades por ese cumple tuyo y decirte que hay mucha gente q piensa q va a durar menos que su madre, yo entre ellas!!
Deseando q salga tu nuevo libro para comprarlo sin falta!
Abrazoooo