Hoy me he descubierto lavando un bote de cristal del mismo tamaño que el que tengo para el azúcar y que estaba lleno de lentejas, porque necesitaba uno para meter la sal y que ésta no se pusiera triste y se sintiera menospreciada, encerrada en un bote de inferior tamaño que su adversaria. Después he metido las lentejas en otro del mismo tamaño que el de los garbanzos por la misma razón. Creo que tengo demasiado tiempo libre pero me alivia pensar que en mi pequeña despensa no hay sitio para roces ni envidias, que reina una cierta armonía y las legumbres no se quieren matar.
Lo mismo me pasa con las tiendas del barrio. Evito los supermercados dando prioridad a los comercios pequeños pero trato de gastarme la misma cantidad de dinero en la frutería que en el herbolario en el que compro los yogures de soja o la henna para el pelo. En mi barrio hasta hace nada solo había un Carrefour expréss y un poco más lejos, La Despensa. Al primero le han puesto muy cerca un Día como competencia, lo que no me da ninguna pena, pero al segundo lo han matado con un nuevo Mercadona. Antes veía unas colas tremendas en las cajas al pasar por delante y ahora no hay nadie. Ves al pescadero charlando con la cajera y cuando vuelves a pasar por delante, en el camino de regreso a casa al cabo de una hora, ahí siguen, sin clientes, y me imagino la preocupación enorme de esos trabajadores.
Este sistema nos devora. Camino por Gran Vía y las calles del centro iluminadas exageradamente para la navidad y pienso en el gasto de electricidad mientras el cambio climático golpea. Las tiendas, los anuncios, compra, compra, necesitas esto que no has tenido nunca hasta ahora, cómprate esta versión de esa otra necesidad que te conseguimos colocar el año pasado y que ha quedado obsoleta o ya no funciona gracias a la obsolescencia programada. Come, come un poco más, que la vida son dos días, y si te compras estas pastillas te sentará genial tanta comida, bebe, bebe un poco más, que la vida son dos días, uno para celebrar y el otro para vomitar la resaca. Gástate lo que no tienes, si total, tienes un trabajo de mierda en el que te explotan por un sueldo miserable para vivir esta experiencia que te ofrecemos con la que, durante unos minutos, te vas a poder olvidar de todos los problemas que tienes a un precio que seguirás sin poder pagar, pero para eso están los créditos, o imagínate que te toca la lotería de navidad y tú aquí sufriendo ahora por no querer gastar.
Y sí, he entrado en La Despensa. Y me he dado un paseo por dentro mientras me sentía observada por el pescadero, el charcutero y el carnicero, que me saludaban de una forma muy forzada, más que para desearme los buenos días, para llamar mi atención. Al salir, le he hecho un comentario a la cajera en plan qué putada el Mercadona, como solidarizándome con ella, pero me ha contestado que qué Mercadona, como si no fuera evidente la existencia de ese monstruo cuyas letras verdes en la acera de enfrente son tan grandes que tiñen de verde con su resplandor los cristales de entrada de su lugar de trabajo. Conozco a la cajera de vista, nunca ha sido una mujer simpática, pero a quién le pagan lo suficiente en un trabajo así como para estar contento, y que su labor no es ser encantadora conmigo, no está ahí para eso, vamos, que poco borde me parece.
Esta semana me he leído un par de libros, pero el que me ha dejado completamente alucinada es Oso, de Marian Engel. Es una bestialidad. Lo leí a principios de semana y todavía sigue rondándome la cabeza por esa capacidad que tiene la autora de conseguir crear un ambiente y un mundo tan bien definido de una forma tan sutil, aún me parece que puedo olerlo todo. Yo me lo he leído en su versión en inglés, que no quiero perder esa capacidad tan alucinante. Esta vez sí es una recomendación en toda regla, no como mis no-recomendaciones anteriores.
También voy a recomendar una serie, Somebody Somewhere, que está en Max (antes conocida como HBO) y me parece tan tierna y humana que me tranquiliza mucho. Me da mucha envidia la amistad de la protagonista con su amigo y esa relación con su hermana. No sé, son todos muy buena gente. Me encanta la buena gente. A quién no le gusta la buena gente. A la mala gente, supongo. A la mierda la mala gente.
El protagonista de la semana:
No sabía que había pájaros carpinteros en ese lugar, y desde que lo vi el otro día, ahora me lo encuentro (en mi planeta es siempre el mismo) todos los días.
Sigo sin noticias sobre la entrevista de trabajo. Me han soplado que me van a contratar, pero hasta que no me llamen para confirmarlo, como si no me hubieran dicho nada. Así que, mientras no sé nada, estoy un poco aterrada porque me dan miedo los aviones y seguramente tenga que viajar, pero quiero quitarme ese miedo, con lo que qué mejor manera que obligada por un trabajo que me pagará los billetes y con ellos los ensayos. Odio esto de coleccionar miedos. Últimamente también le he cogido miedo al ascensor de mi casa y vivo en un séptimo piso. Y lo peor es que, cuando empezó toda esta paranoia, esa caja del terror de paredes metálicas y un espejo que te recuerda todas las mañanas lo rápido que pasa el tiempo y lo mucho que éste desgasta todo menos la fuerza de la gravedad, se quedó colgado entre dos pisos y dejó de funcionar. Vamos, que la remota probabilidad de que no funcione porque lo revisan todos los meses, no era tan remota y mi miedoterrorpánico a quedarme encerrada y que me dé un infarto, o un ataque de pánico y después un infarto, se puede hacer realidad. Perdón, un segundo, que me acaban de llamar… El trabajo es mío. Empiezo el 7 de enero. ¡Buaaaaaaaaaah! Alegría. Me voy a celebrarlo con una buena caminata.
¿Os habéis comprado mi libro? ¿Os lo habéis leído? ¿Os está gustando?
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enhorabuena! no solo por el trabajo
He recordado una visita a casa de una amiga que se llamaba Socorro. Nos quedamos encerrados en el ascensor y comenzamos a gritar "¡¡Socorro, socorro!! ", en todos los sentidos. Y qué casualidad, Socorro era la presidenta de la comunidad y salió ella misma a liberarnos.
Tu libro lo encargué a una amiga librera, lo espero con ganas.