Una mantis religiosa, un jardín islámico, bótox, menopausia, Zadie Smith, Anita Pallenberg y Oona O'Neill
Lo mío son los títulos cortos, ya ves
La protagonista de esta semana ha sido una mantis religiosa que caminaba por la barandilla del río, me puse a grabarla, paró, se giró, me miró durante un rato, le debí de parecer muy poco interesante o se dio cuenta de que yo iba en son de paz, y siguió ruta. Y a mí me alegró la mañana, la tarde, el día y la semana. Así que he estado leyendo sobre mantis religiosas. Pero sobre todo, estoy leyendo un montón sobre la historia de los jardines islámicos, los asiáticos, el jardín francés, italiano, el inglés… porque estoy tramando una cosa para Lady Distopía que me tiene muy entretenida, y hasta aquí la exclusiva, porque esto no tengo intención de subirlo a las redes. Así que estoy muy enganchada al colorido y mágico mundo del diseño paisajístico a lo largo de la historia y en diferentes culturas, y la botánica. A lo bestia.
Siguiente cosa: Hace una semana o así vi la serie “La pareja perfecta” en Netflix y hay algo sigue rondándome la cabeza desde el primer capítulo: el exceso de retoques, cirugía plástica o bótox, que ni sé la diferencia, en las caras de Nicole Kidman e Isabelle Adjani. Que sí, que cada una se haga lo que quiera, pero en qué sociedad vivimos para que hasta las mujeres más poderosas se vean en la tesitura de tener que deformarse. Me pareció tan fuerte que al principio pensé que la actriz francesa en realidad era Priscilla Presley, qué bestia, se ha destrozado la cara. Es que cada vez que alguna de las dos salía en la pantalla, me sentía escupida fuera de la historia. Incluso llegué a pensar que a lo mejor esos dos rostros colapsados formaban parte de la trama, que el guion incluiría una crítica a esa deconstrucción tan brutal, caricaturizando las exigencias irreales de la industria, porque es exagerado. Pero que va. Así que Kidman cada vez se parece menos a sí misma, pero como trabaja mucho, esa evolución de pelirroja pecosa a androide la he ido viviendo, pero lo de Adjani me ha dejado totalmente bloqueada. Qué bien les sentaría a las dos unas patas de gallo que les devolviera un poco de humanidad, de belleza terrícola y, sobre todo, gesto, que son actrices, la capacidad de que sus caras reflejen alguna emoción es importante, digo yo.
Me resulta aterrador mirarlas. Y, es más, confieso que hasta me siento agredida. Me transmiten que no tengo derecho a envejecer.
Pero es que además ahí, en la pantalla, están maquilladas y bien iluminadas. Tienen un montón de años de técnica y de profesionales con muchísima experiencia sobre sus caras para que aparezcan lo mejor posible. ¿Cómo serán con luz natural y la cara limpia? ¿Habrá alguna diferencia entre sus caras ahora y cuando las maquillen y se muestren en el ataúd en su ceremonia de cuerpo presente? Porque parece que de cara están muertas. ¿Qué pensarán cuando se miren al espejo? ¿Y no hay un médico de estética con algo de ética profesional que le diga a esta gente que no se debe ir tan lejos, que es demasiado? Tiene que ser doloroso verse así. Desde luego a mí me resulta doloroso como mujer, es como una versión yanqui y edulcorada del burka. No me gusta culpar a las mujeres, pero cuando son poderosas, ricas y privilegiadas, se convierten en partícipes de ese borrado que se nos impone, de convertirnos en invisibles y de tener que sentirnos culpables por cumplir años y que se nos note en la cara.
Pelearte contra el paso del tiempo es una batalla perdida de antemano. No es fácil aceptarlo, pero en eso estamos todas las que logramos llegar a los 40. A partir de ahí, toca aprender a vivir celebrando cumpleaños, gustándonos y acumulando arrugas.
Transcribo las palabras de Lorella Zanardo, activista por los derechos de las mujeres, escritora y docente, que tiene un corto documental muy potente sobre la imagen de las mujeres en la television: «Las mujeres reales son reemplazadas por una representación grotesca, vulgar y humillante. La cancelación de la identidad de las mujeres ocurre bajo la mirada de todos, pero sin que haya una reacción adecuada, ni por parte de las mujeres mismas. (…) La cancelación de los rotros adultos en la televisión, el uso de la cirugía estética para cancelar cada huella del paso del tiempo». Bueno, os dejo el docu por si queréis echarle un ojo:
Siguiente cosa que me ha tenido entretenida esta semana. Bueno, esta semana y todas: La menopausia. Un temazo. Y qué rabia me da lo poco que se sabe de ella y que esté aprovechando tanta peña el tirón para sacar pasta de ella sin saber nada: champú de 35 dólares el bote que no vale para nada pero a lo mejor con un poco de suerte ese día no llueve, no se te encrespa el pelo y con mi campaña de marketing consigo que te creas que ha sido gracias a ese maldito mejunje. Píldoras de extracto de té verde que cuestan 70 veces más que una caja de bolsitas de la susodicha infusión, hasta camisetas que disimulan los sofocones.
Cosa número cuatro (creo): Leo una breve entrevista a Zadie Smith, y dice esto sobre la exposición a las redes sociales:
«Los escritores han trabajado durante miles de años sin saber en medio segundo lo que medio millón de personas piensan. No es normal, es una relación tecnológica algorítmica que no es natural y por eso no voy a participar en ello, no es sano.»
Sobre los consejos que daría a una joven novelista:
«Que se fijen en Sally Rooney, que es mucho más lista de lo que yo fui y sabe que todo se resume en tu trabajo. Hay que escribir. Si te dicen de ir a una fiesta di que no, simplemente escribe tus libros, haz que sean tan buenos como sea posible y no entres en internet.»
Esto venía a que le doy muchas vueltas a esto de las redes sociales, que me sientan fatal y a la vez no se me ha ocurrido otra cosa que inventarme un personaje que escribe microrrelatos en ellas. En fin.
También esta semana he visto el documental sobre Anita Pallenberg y la verdad, bajón otra vez. Se supone que nos cuentan su historia a partir de unas memorias que dejó escritas antes de morir y que ha encontrado su hijo, pero en realidad solo nos cuentan su relación con los hombres que pasaron por su vida: Brian Jones, Keith Richards, Mick Jagger… No sé, me encantaría poder leer ese diario porque me cuesta creer que no hable de sí misma, quiero saber qué sentía, qué pensaba, con lo potente que era la tipa.
Y termino con otra mujer que he descubierto hoy y de la que me he enamorado: Oona O’Neill. Todo esto, porque he empezado a ver el documental Salinger, sobre el escritor, que me estaba provocando sentimientos encontrados porque esto de hacer un documental sobre las persecuciones de periodistas a un señor que decidió décadas atrás que no quería ser perseguido, pues como que me parece raro. Paparazzismo literario. Pero en seguida empezaron a hablar de esta mujer, con la que empezó a salir cuando ella tenía 16 y él 19… Y, sí, yo voy a caer en lo mismo que acabo de criticar, pero es que es hija de Eugene O’Neill, y antes de Salinger salió con Orson Welles y… en fin, que sí, se casó con Charles Chaplin. Pero que no sé nada más de ella y he visto que hay una biografía sobre su vida que precisamente se titula: Onna, living in the shadows, y claro, me la voy a pillar porque necesito saberlo todo de ella.
Y hasta aquí algunas de las obsesiones que me han tenido entretenida esta semana.